viernes, 4 de mayo de 2007

Empoderamiento y participación política de las mujeres

La igualdad formal de derechos entre mujeres y hombres está reconocida en nuestra sociedad y, sin embargo, la igualdad real de oportunidadesy trato entre mujeres y hombres en la práctica es todavía una aspiración. La consecución de una nueva organización social en la que mujeres y hombres actúen en plano de igualdad y de complementariedad, enriqueciéndose mutuamente con sus diferencias requiere, por una parte, la actuación de los poderes públicos para la eliminación de los obstáculos existentes, tal como ha quedado recogido en diversas Conferencias y normativa Internacionales, y por otra, el empoderamiento de las mujeres para influir y participar en la toma de decisiones en la comunidad y en la sociedad.

Para ello es necesario, por una parte, que tomen conciencia de su situación, de su responsabilidad individual y social y de su capacidad para intervenir y orientar los cambios necesarios y por otra su participación activa en el diseño y ejecución de las políticas públicas a través de la formulación eficaz de sus necesidades y de sus propuestas de mejora de la sociedad. La democracia plena, como modo de convivencia y de articulación de los intereses generales del conjunto de la sociedad, exige la presencia equilibrada de mujeres y hombres en los órganos de decisión colectiva. Sin embargo, el interés creciente que ha despertado el tema de la relación mujeres y poder y el considerable esfuerzo de participación que las mujeres han hecho por superar los obstáculos de género en el ejercicio del poder y de la toma de decisiones, no han logrado acortar las distancias que les separan, cualitativa y cuantitativamente, de la presencia masiva de los hombres en el poder.

Los avances logrados en los últimos años han producido una transformación en las condiciones de vida de una alta proporción de mujeres, pero el impacto de estos cambios en su participación en las estructuras de toma de decisiones ha sido débil. El aumento de la participación de las mujeres en la educación y en la población económicamente activa nose refleja en su limitada intervención en los lugares donde se toman las decisiones. Este hecho confirma que las relaciones de género son rela-ciones de poder y que mientras las mujeres no tengan una presencia más numerosa y cualificada en la toma de decisiones, su situación de desigualdad seguirá existiendo en todos los ámbitos de su vida personal y colectiva.

Los poderes públicos han puesto en práctica, principalmente a través de los organismos que impulsan las políticas a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, acciones de capacitación de las mujeres, de promoción de normativas adecuadas para garantizar la igualdad de oportunidades y la sensibilización de los poderes públicos y del sector privado hacia el tema. Sin embargo, los espacios tradicionales del poder, los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones empresarias privadas han estado, en la gran mayoría de los casos, prácticamente al margen de iniciativas internas de mejora en la posición de las mujeres en sus estructuras de dirección. El debate sobre la situación de desigualdad entre los hombres y las mujeres se ha centrado principalmente en el tratamiento que los poderes públicos han dado a las necesidades de las mujeres.

Actualmente existe una posición unánime sobre la necesidad de un tratamiento integral de la situación, y dentro de este tendencia una de las prioridades es la incorporación de las mujeres al poder, a la toma de decisiones y, en general,al ejercicio del liderazgo en todas las esferas de la acción colectiva. Esta preocupación ha quedado reflejada en el debate internacional, especialmente en las conferencias dedicadas al análisis de la situación de las mujeres. Estas conferencias sitúan a los estados en el papel de protagonistas fundamentales en la definición de los cambios que deben producirse en la situación de las mujeres.

En todas ellas, desde la Primera Conferencia Mundial en México (1975) hasta la Cuarta, celebrada en Pekin (1995), se ha destacado la importancia de la participación de las mujeres en la toma de decisiones, como factor decisivo en los cambios hacia una sociedad más democrática. La Primera de estas Conferencias, celebrada en México en 1975, urgía a los gobiernos a promover “una amplia participación de las mujeres en la toma de decisiones a nivel local, nacional e internacional”, dado el carácter “desproporcionadamente minoritario de la presencia de mujeres enposiciones de liderazgo” en el sector público, “lo que les excluye de la toma de decisiones y provoca la omisión de sus puntos de vista y sus necesidades en la planificación del desarrollo”.En la Segunda Conferencia, celebrada en Copenhague en 1980, se señala explícitamente, por primera vez, la conveniencia de incrementar la presencia de mujeres mediante el establecimiento de metas en térmi-nos de porcentajes (cuotas) y se menciona la necesidad de aplicar tales metas porcentuales en el reclutamiento, la nominación y promoción de mujeres a cargos de toma de decisiones.

La Tercera, Nairobi, 1985, añade la necesidad de promover la conciencia pública sobre los derechos políticos de las mujeres, mediante la educación, la formación política, las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos, los medios de infor-mación y las organizaciones comerciales, lo que supuso en ese momento una importante novedad. La Cuarta Conferencia, celebrada en China en 1995, recoge en su Plataforma de Acción, numerosas recomendaciones de acciones que garanticen efectivamente la presencia de mujeresen las diferentes esferas de la vida pública. Posteriormente, conferencias específicas sobre la participación de las mujeres en el poder, Atenas 1992, Roma 1996, Delhi 1997 y París 1999, han reiterado que la participación equilibrada en la toma de decisiones es necesaria para la construcción de una sociedad plenamente democrática, dinámica y solidaria porque constituye un factor de cohesión social que responde a la exigencia de la ciudadanía. Además del cuestionamiento que se ha hecho al concepto de representatividad de la democracia, existen otros argumentos que apoyan la conveniencia de potenciar el liderazgo de las mujeres.

Recientemente, la investigación sobre los estilos de liderazgo en hombres y mujeres ha reforzado el planteamiento de la existencia de diferencias de género, que en ambos casos constituyen potencialidades para incrementar la eficiencia en la función directiva. El factor humano se ha convertido en el eje fundamental alrededor del cual gira actualmente la gestión gerencial. Este cambio de óptica ha puesto de manifiesto la necesidad de prestar más atención a las actitudes, sentimientos, modos de relación y factores de afirmación personal de gerentes, lo cual ha llevado al descubrimiento deque la función de liderar y dirigir exige atributos personales, que en cierto caso son muy semejantes a los que el comportamiento de las mujeres posee como rasgos de género.

En la medida que el tema del liderazgo se ha hecho central en toda la teoría de la organización y se le considera como uno de los factores decisivos del éxito o fracaso de la gestión pública o privada, también ha ido incrementándose la seguridad de que las mujeres podrían aportar experiencia al ejercicio del poder y, por tanto, del beneficio que se derivaría de la incorporación de los talentos de las mujeres a la gestión y a la dirección. Es importante concebir el liderazgo de las mujeres tanto como la expresión de un sector de la sociedad que emerge con fuerza y reclama su papel social con derecho legítimo a intervenir en la dirección de la sociedad como un instrumento de transformación para dar respuesta a las demandas y desafíos de los cambios. Cada una de las áreas de este III Plan incluye acciones encaminadas al empoderamiento de las mujeres y van orientadas a aumentar su capacitación y su nivel de formación.

Esta formación se centrará principalmente en el desarrollo personal que les permita desenvolverse en una pluralidad de entornos, a través de la ampliación de sus conocimientos y la valoración de sus experiencias, de modo que les proporcione mayores niveles de autoestima y de autonomía en la toma de decisiones. Pero además y específicamente las acciones de esta área se dirigen a la consecución del empoderamiento y de una mayor participación sociopolítica de las mujeres. En este sentido, se plantean medidas enfocadas a la sensibilización social sobre la importancia de una participación más equilibrada de mujeres y hombres en los distintos ámbitos y en sus distintos niveles de decisión, a una mejor preparación de las mujeres para su participación en los ámbitos públicos y al fortalecimiento del movimiento asociativo de las mujeres.

Asimismo, se proponen acciones orientadas, por una parte, al reconocimiento del derecho a la participación política de las mujeres y al incremento de su participación social y política, a través de acciones de formación, de incremento de su presencia en las posiciones favorables a la elección en las diferentes candidaturas y, por otra parte, a la promoción de aquellas que están ya incorporadas a la actividad social y política. En definitiva, son medidas todas ellas dirigidas a conseguir el empoderamiento de las mujeres en su doble vertiente: de reconocimiento de sus propias capacidades para ejercer influencia, poder y liderazgo, así como de actuar en función de ese reconocimiento, es decir, de ejercer efectivamente la influencia, el poder y el liderazgo. Se trata de fortalecer la posición social, económica y política de las mujeres desde la concepción del término poder como “poder para” y no como “poder sobre”, lo que supondría la eliminación de las relaciones de poder existente todavía entre los hombres y las mujeres.

Tomado de: http://www.emakunde.es/papme/images/2_area_c.PDF