lunes, 27 de agosto de 2007

Blogs que hablan de Empoderamiento

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Empoderamiento
Empoderamiento
El Banco Mundial y la igualdad entre los sexos
El empoderamiento como un enfoque a la pobreza
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El derecho a la comunicación de las mujeres

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lunes, 20 de agosto de 2007

Hacia el empoderamiento de las mujeres

De IEPALA. Comunicación y Derechos Humanos
Área Género y Desarrollo

Afrontar el análisis de la realidad desde la perspectiva de género aporta al conocimiento de las relaciones histórico-sociales una categoría de tal calibre que abre posibilidades inéditas al desenmascaramiento de las relaciones económicas, ideológico-políticas, culturales... en las que se ha fraguado, a lo largo de la historia, la vida y las relaciones de poder y subordinación que, ancestralmente, vienen padeciendo las mujeres frente a los hombres, a partir de los roles que les ha tocado jugar, construidos socialmente en y desde el contexto que les ha tocado vivir.

Si bien el desvelamiento aportado por la categoría de género ha supuesto, en sí mismo, una de las mayores aportaciones al conocimiento de las relaciones sociales y la capacidad de dimensionar, en toda su profundidad, la naturaleza de la problemática planteada a las mujeres, así como el diseño de estrategias para la construcción de una nueva realidad; también es cierto lo que el Informe de DAWN[1] identifica a finales de la década de los ochenta:
"el promover la igualdad de género implica un profundo cambio en la organización socioeconómica de las sociedades: no sólo en la manera en que las mujeres trabajan, viven y cuidan a los otros miembros de la familia, sino también en la manera en que sus respectivos papeles dentro de la familia y de la comunidad están articulados con la necesidad de ganarse la vida"
La magnitud y profundidad del problema planteado en todos los escenarios -internacional, nacional, local-, en todas las áreas -económica, política, social, ideológica y cultural- en todos los ámbitos -el público y el privado-... expresan la complejidad en la que este concepto, ha sido acuñado, a lo largo de la historia, desde dentro del entramado que conforma dicha realidad.

Y todo ello conduce a un balance cargado de claroscuros:
En una bandeja de la balanza podríamos colocar muchos elementos altamente positivos:
Medidas legislativas.
Discriminación positiva en materia de participación política de las mujeres (cuotas).
Reconocimiento de los derechos de las mujeres desde el concepto de los nuevos derechos humanos.
Involucración del Estado en la salvaguarda de los derechos humanos en el ámbito de lo privado (violencia de género).
Acceso a la educación; a la salud -general y reproductiva-.
Creación de mecanismos de igualdad para el diseño de políticas públicas.

A los que hay que añadir dos de los avances, tal vez, de la mayor significación en el proceso de lucha por la igualdad y la equidad entre hombres y mujeres:
uno es el propio desarrollo del movimiento de mujeres y su capacidad de articulación; el desarrollo de herramientas e instrumentos para la investigación y el seguimiento de políticas; la elaboración de propuestas para la incidencia política y la implementación de estrategias de loobying, de advocancy, de mainstreaming...,
el otro viene identificado por la formulación y aceptación generalizada de una de las estrategias clave para conseguir la igualdad de género: la "transversalidad de género" -desde la comprensión de la realidad como una totalidad, compleja e interdependiente-, entre todos los estamentos de la sociedad, -aunque su aceptación generalizada esté cargada de contradicciones, al poner en cuestión, por parte de algunos, entre otras cosas: la vigencia de la discriminación positiva de las mujeres y las propias políticas específicas de género-.
No deja de inquietar, sin embargo, la persistencia de la dureza de los datos que nos aproximan a la realidad que las mujeres padecen en el mundo, descarnadamente puestos a la intemperie en los países más pobres del planeta en los que la feminización de la pobreza pone al descubierto la úlcera que no se cierra... Y la ardua tarea de lo que está por hacer para la construcción de una sociedad en la que la igualdad de género y la equidad se den, en estrecha correspondencia con el derecho al desarrollo humano y sostenible y todos los nuevos derechos humanos reconocidos desde la Conferencia Mundial de Viena y posteriormente de Beijing.

A este respecto resultan, a modo de ejemplo, algunos de los datos reveladores:
en Uganda, una gran parte de la población -al menos el 44%- vive en la absoluta pobreza. De ese porcentaje, la mayoría pertenece a zonas rurales, principalmente granjeros y granjeras, de los cuales un 75% son mujeres.
En los países del Caribe los efectos de la globalización y los mecanismos internacionales de intercambio, han ocasionado impactos adversos en la economía que, a su vez, acarrean una disminución de los servicios básicos para la ciudadanía y se traducen en violencia doméstica contra las mujeres.
En Jamaica la imposición de las políticas neoliberales sobre la mujer y los efectos de la adopción de la globalización como un imperativo de desarrollo produce efectos tales como: aumento de la pobreza entre las mujeres, aceleramiento de la migración y de la separación de las familias, gran incidencia en la violencia contra la mujer, incremento del número de personas que contraen SIDA.
En América Latina las mujeres suponen entre el 70 y 90% de las personas asalariadas en las zonas de exportación -donde se montan piezas electrónicas, o se cosen prendas textiles. Las compañías transnacionales prefieren mujeres para realizar este tipo de trabajo porque éstas aceptan salarios más bajos que los hombres y porque, ante la inexistencia de otras alternativas, están dispuestas a trabajar en peores condiciones. De hecho, muchas trabajadoras ganan tan sólo 56-77 céntimos por hora y, a menudo, trabajan entre 50-80 horas a la semana.
Informes de la FAO recogen que en América Latina la pobreza rural se concreta en que más de 90 millones de agricultor@s viven por debajo de los umbrales de pobreza, mientras que 47 millones viven en extrema pobreza. En este contexto el Informe señala que, en 8-10 millones de hogares las mujeres son cabeza de familia, entre dos y tres millones de mujeres están empleadas en trabajos temporales y entre 30-40 millones son responsables de la actividad agrícola, de su hogar y de pequeñas industrias rurales

Frente a la brecha de la desigualdad, algunos de los factores identificados para encararla podrían ser los siguientes:
Implementación de los presupuestos necesarios para hacer operativos los acuerdos y compromisos establecidos en el marco de las políticas públicas de género, de transversalidad de género y erradicación de la pobreza (creación de infraestructuras, equipos, proyectos de género y desarrollo, recursos humanos...).
Creación de los mecanismos y herramientas metodológicas necesarias para llevar a la operatividad y dar seguimiento a los acuerdos de los Estados en las Cumbres Mundiales y hacer vinculantes sus compromisos.
Profundización en las relaciones y acuerdos entre las agencias financiadoras e instituciones políticas y la sociedad civil, creando auténticos espacios de articulación para la elaboración de propuestas y políticas.
Profundización en las relaciones y trabajo en red entre el movimiento de mujeres y las organizaciones y redes de cooperación al desarrollo sostenible y de lucha por la protección de los derechos humanos.
Capacitación en profundidad sobre la categoría de género y la estrategia de transversalidad de género, tanto en el marco de la sociedad civil, como de organizaciones de mujeres y de las diferentes instancias de las administraciones públicas -centrales, autonómicas y locales- responsables de implementar las políticas de igualdad de mujeres y hombres.
Institucionalización del derecho a una participación igualitaria de las organizaciones de mujeres, en las negociaciones económicas como contribución a mejorar la dimensión de género de la práctica democrática.
Junto a los límites señalados cabe hacer referencia a la constatación del hecho social y cultural que nos lleva a reconocer que "... dentro de este contexto, tenemos una sociedad civil que aún presenta rasgos antidemocráticos en la cual la igualdad de género no se ha implantado profundamente como un valor". La transcendencia de este diagnóstico viene marcado de la aportaciones hechas al debate sobre la transversalidad de género recogidas dentro del punto 2.1. "El compromiso feminista":
La democracia no es sólo una cuestión de cuan bien funcionan las instituciones, sino la capacidad de tener una vida democrática más amplia. Esto depende crucialmente del carácter de la sociedad civil en sí misma, y de la medida en que ésta abrace los principios democráticos y la justicia de género.
Y a todo ello se le añade la necesidad de que ningun@ de nosotr@s olvidemos -desde nuestra representación institucional, nuestra pertenencia grupal o nivel personal-, mujeres y hombres, que todas y todos tenemos un reto, desde lo más hondo de nosotr@s mismos: el de interiorizar y traducir en nuevas actitudes y comportamientos la visión holística y de género que intelectualmente y poco a poco vamos aprehendiendo de la realidad, pero que, hasta no hacerla semilla de transformación de nuestra propia manera de estar y ser en la vida y en nuestras relaciones frente al otro/la otra..., no habremos contribuido objetiva y subjetivamente a ser anunciantes de lo nuevo, de lo que está por venir, de ese otro mundo posible soñado... Porque, como se expresa en el apartado "Incluso los hombres tienen género, son un género":
Este asunto no se refiere sólo a palabras y conceptos, se trata de percepciones y entendimientos que conciernen a las relaciones de hombres y mujeres en la sociedad y en la cultura. Se trata del reconocimiento de que los hombres también tienen "género", el cual influye en todos sus pensamientos, sus actitudes y sus comportamientos.
El debate y la invitación a la reflexión están abiertos. Este número de WIDE nos acompañará en el proceso.

IEPALA. Comunicación y Derechos Humanos
Área Género y Desarrollo
Tomado de http://wide.gloobal.net/wspa/wide15/editorial.htm

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miércoles, 25 de julio de 2007

Empoderamiento, definición y dimensiones

QUE ES EL EMPODERAMIENTO ?

Es la expansión en la libertad de escoger y
de actuar.

Aumentar la autoridad y el poder del individuo sobre los
recursos y las decisiones que afectan a su vida

CUATRO ELEMENTOS CLAVES
DE EMPODERAMIENTO

Acceso a la Información.
Inclusión y
Participación.
Responsabilidad o Rendición de Cuentas.
Capacidad Local
de Organización

ACCESO A LA INFORMACION

Información es poder.
El acceso oportuno a la información proveniente de fuentes independientes a
las del gobierno local es de suma importancia, especialmente ahora que muchos
gobiernos están devolviendo competencias a los gobiernos locales.

INCLUSION Y PARTICIPACION

Inclusión se refiere a la pregunta
sobre el quién: ¿Quién está incluido?

Participación se refiere a la
pregunta sobre el cómo: ¿Cómo están incluidos y qué papel juegan?

RESPONSABILIDAD O RENDICION DE CUENTAS

La responsabilidad:
potestad de llamar a los oficiales estatales, empleados públicos, o actores
privados a rendir cuentas, requiriendo que sean responsables de sus políticas,
sus acciones y del uso de los fondos.

CAPACIDAD LOCAL DE ORGANIZACION

Habilidad de la gente para trabajar junta, organizarse y movilizar
recursos para solucionar problemas de interés común


Dimensiones del Empoderamieno

Autogestión, capacidad para resolver problemas, democratización y autosuficiencia como fenómenos de empoderamiento (Shetty)
Crecimiento organizacional (Howes y Sattar 1992)
Creación de conciencia y acceso a servicios (Franco et al. 1992)
Fortalecimiento de organizaciones contrapartes y fomento de la cooperación (Priester et al. 1995)
Cambios de actitud (Richards 1985)
Autonomía, membresía, base del conocimiento y ampliación de la base (Uphoff 1989)
Acceso, participación y movilidad de la mujer, matrimonio, toma de decisiones, conciencia, autoestima y desarrollo grupal (CARE 1994)

Ejemplos de INDICADORES de empoderamiento grupal

Antes del proceso
Después del proceso
Individualismo, falta de acciones colectivas
Falta de análisis crítico
Dependencia económica, social y política
Falta de seguridad en las propias capacidades
Sospecha y aislamiento
Cohesión interna y sentido de solidaridad
Capacidad de análisis y discusión crítica
Estructura interna y elemento de autogestión
Actividades colectivas
Capacidad de lidiar y relacionarse con otros

Tomado de INTRAC 1999

INDICADORES DE EMPODERAMIENTO INTERNO

Objetivo específico
Indicadores
Autogestión
Resolución de Problemas
Democratización
Sostenibilidad y Autosuficiencia
Aumento y tendencias de la membresía
Reglas y procedimientos claros
Asistencia regular a reuniones
Contabilidad financiera adecuada
Identificación de Problemas
Capacidad de análisis
Selección libre y justa de dirigentes
Integración de miembros más débiles a la toma de decisiones
Transparencia en el flujo de información
Resolución de conflictos
Acciones iniciadas por el grupo
Personería jurídica
Sistema de apoyo intragrupal

INDICADORES DE EMPODERAMIENTO EXTERNO

Construccion de vínculos
Indicadores
Con organización Ejecutora Del proyecto
Con organismos Estatales
Con organismos Sociales y Políticos locales
Con otros grupos y Movimientos sociales
Influencia en distintas etapas del proyecto
Representación en administración del proyecto
Grado de autonomía financiera
Influencia sobre fondos estatales de desarrollo
Influencia sobre otras iniciativas estatales de desarrollo en la zona
Representación en dichos organismos
Cabildeo frente a partidos regulares
Influencia en escuelas y centros de salud locales
Formación de federaciones
Establecimiento de contactos y trabajo en redes
Con élites locales y Otras personas que No pertenecen al Grupo
Nivel de dependencia de élites locales
Grado de conflicto
Capacidad para incrementar poder
Tomado de INTRAC: 1999

El documento está AQUI

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viernes, 4 de mayo de 2007

Empoderamiento y participación política de las mujeres

La igualdad formal de derechos entre mujeres y hombres está reconocida en nuestra sociedad y, sin embargo, la igualdad real de oportunidadesy trato entre mujeres y hombres en la práctica es todavía una aspiración. La consecución de una nueva organización social en la que mujeres y hombres actúen en plano de igualdad y de complementariedad, enriqueciéndose mutuamente con sus diferencias requiere, por una parte, la actuación de los poderes públicos para la eliminación de los obstáculos existentes, tal como ha quedado recogido en diversas Conferencias y normativa Internacionales, y por otra, el empoderamiento de las mujeres para influir y participar en la toma de decisiones en la comunidad y en la sociedad.

Para ello es necesario, por una parte, que tomen conciencia de su situación, de su responsabilidad individual y social y de su capacidad para intervenir y orientar los cambios necesarios y por otra su participación activa en el diseño y ejecución de las políticas públicas a través de la formulación eficaz de sus necesidades y de sus propuestas de mejora de la sociedad. La democracia plena, como modo de convivencia y de articulación de los intereses generales del conjunto de la sociedad, exige la presencia equilibrada de mujeres y hombres en los órganos de decisión colectiva. Sin embargo, el interés creciente que ha despertado el tema de la relación mujeres y poder y el considerable esfuerzo de participación que las mujeres han hecho por superar los obstáculos de género en el ejercicio del poder y de la toma de decisiones, no han logrado acortar las distancias que les separan, cualitativa y cuantitativamente, de la presencia masiva de los hombres en el poder.

Los avances logrados en los últimos años han producido una transformación en las condiciones de vida de una alta proporción de mujeres, pero el impacto de estos cambios en su participación en las estructuras de toma de decisiones ha sido débil. El aumento de la participación de las mujeres en la educación y en la población económicamente activa nose refleja en su limitada intervención en los lugares donde se toman las decisiones. Este hecho confirma que las relaciones de género son rela-ciones de poder y que mientras las mujeres no tengan una presencia más numerosa y cualificada en la toma de decisiones, su situación de desigualdad seguirá existiendo en todos los ámbitos de su vida personal y colectiva.

Los poderes públicos han puesto en práctica, principalmente a través de los organismos que impulsan las políticas a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, acciones de capacitación de las mujeres, de promoción de normativas adecuadas para garantizar la igualdad de oportunidades y la sensibilización de los poderes públicos y del sector privado hacia el tema. Sin embargo, los espacios tradicionales del poder, los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones empresarias privadas han estado, en la gran mayoría de los casos, prácticamente al margen de iniciativas internas de mejora en la posición de las mujeres en sus estructuras de dirección. El debate sobre la situación de desigualdad entre los hombres y las mujeres se ha centrado principalmente en el tratamiento que los poderes públicos han dado a las necesidades de las mujeres.

Actualmente existe una posición unánime sobre la necesidad de un tratamiento integral de la situación, y dentro de este tendencia una de las prioridades es la incorporación de las mujeres al poder, a la toma de decisiones y, en general,al ejercicio del liderazgo en todas las esferas de la acción colectiva. Esta preocupación ha quedado reflejada en el debate internacional, especialmente en las conferencias dedicadas al análisis de la situación de las mujeres. Estas conferencias sitúan a los estados en el papel de protagonistas fundamentales en la definición de los cambios que deben producirse en la situación de las mujeres.

En todas ellas, desde la Primera Conferencia Mundial en México (1975) hasta la Cuarta, celebrada en Pekin (1995), se ha destacado la importancia de la participación de las mujeres en la toma de decisiones, como factor decisivo en los cambios hacia una sociedad más democrática. La Primera de estas Conferencias, celebrada en México en 1975, urgía a los gobiernos a promover “una amplia participación de las mujeres en la toma de decisiones a nivel local, nacional e internacional”, dado el carácter “desproporcionadamente minoritario de la presencia de mujeres enposiciones de liderazgo” en el sector público, “lo que les excluye de la toma de decisiones y provoca la omisión de sus puntos de vista y sus necesidades en la planificación del desarrollo”.En la Segunda Conferencia, celebrada en Copenhague en 1980, se señala explícitamente, por primera vez, la conveniencia de incrementar la presencia de mujeres mediante el establecimiento de metas en térmi-nos de porcentajes (cuotas) y se menciona la necesidad de aplicar tales metas porcentuales en el reclutamiento, la nominación y promoción de mujeres a cargos de toma de decisiones.

La Tercera, Nairobi, 1985, añade la necesidad de promover la conciencia pública sobre los derechos políticos de las mujeres, mediante la educación, la formación política, las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos, los medios de infor-mación y las organizaciones comerciales, lo que supuso en ese momento una importante novedad. La Cuarta Conferencia, celebrada en China en 1995, recoge en su Plataforma de Acción, numerosas recomendaciones de acciones que garanticen efectivamente la presencia de mujeresen las diferentes esferas de la vida pública. Posteriormente, conferencias específicas sobre la participación de las mujeres en el poder, Atenas 1992, Roma 1996, Delhi 1997 y París 1999, han reiterado que la participación equilibrada en la toma de decisiones es necesaria para la construcción de una sociedad plenamente democrática, dinámica y solidaria porque constituye un factor de cohesión social que responde a la exigencia de la ciudadanía. Además del cuestionamiento que se ha hecho al concepto de representatividad de la democracia, existen otros argumentos que apoyan la conveniencia de potenciar el liderazgo de las mujeres.

Recientemente, la investigación sobre los estilos de liderazgo en hombres y mujeres ha reforzado el planteamiento de la existencia de diferencias de género, que en ambos casos constituyen potencialidades para incrementar la eficiencia en la función directiva. El factor humano se ha convertido en el eje fundamental alrededor del cual gira actualmente la gestión gerencial. Este cambio de óptica ha puesto de manifiesto la necesidad de prestar más atención a las actitudes, sentimientos, modos de relación y factores de afirmación personal de gerentes, lo cual ha llevado al descubrimiento deque la función de liderar y dirigir exige atributos personales, que en cierto caso son muy semejantes a los que el comportamiento de las mujeres posee como rasgos de género.

En la medida que el tema del liderazgo se ha hecho central en toda la teoría de la organización y se le considera como uno de los factores decisivos del éxito o fracaso de la gestión pública o privada, también ha ido incrementándose la seguridad de que las mujeres podrían aportar experiencia al ejercicio del poder y, por tanto, del beneficio que se derivaría de la incorporación de los talentos de las mujeres a la gestión y a la dirección. Es importante concebir el liderazgo de las mujeres tanto como la expresión de un sector de la sociedad que emerge con fuerza y reclama su papel social con derecho legítimo a intervenir en la dirección de la sociedad como un instrumento de transformación para dar respuesta a las demandas y desafíos de los cambios. Cada una de las áreas de este III Plan incluye acciones encaminadas al empoderamiento de las mujeres y van orientadas a aumentar su capacitación y su nivel de formación.

Esta formación se centrará principalmente en el desarrollo personal que les permita desenvolverse en una pluralidad de entornos, a través de la ampliación de sus conocimientos y la valoración de sus experiencias, de modo que les proporcione mayores niveles de autoestima y de autonomía en la toma de decisiones. Pero además y específicamente las acciones de esta área se dirigen a la consecución del empoderamiento y de una mayor participación sociopolítica de las mujeres. En este sentido, se plantean medidas enfocadas a la sensibilización social sobre la importancia de una participación más equilibrada de mujeres y hombres en los distintos ámbitos y en sus distintos niveles de decisión, a una mejor preparación de las mujeres para su participación en los ámbitos públicos y al fortalecimiento del movimiento asociativo de las mujeres.

Asimismo, se proponen acciones orientadas, por una parte, al reconocimiento del derecho a la participación política de las mujeres y al incremento de su participación social y política, a través de acciones de formación, de incremento de su presencia en las posiciones favorables a la elección en las diferentes candidaturas y, por otra parte, a la promoción de aquellas que están ya incorporadas a la actividad social y política. En definitiva, son medidas todas ellas dirigidas a conseguir el empoderamiento de las mujeres en su doble vertiente: de reconocimiento de sus propias capacidades para ejercer influencia, poder y liderazgo, así como de actuar en función de ese reconocimiento, es decir, de ejercer efectivamente la influencia, el poder y el liderazgo. Se trata de fortalecer la posición social, económica y política de las mujeres desde la concepción del término poder como “poder para” y no como “poder sobre”, lo que supondría la eliminación de las relaciones de poder existente todavía entre los hombres y las mujeres.

Tomado de: http://www.emakunde.es/papme/images/2_area_c.PDF

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lunes, 2 de abril de 2007

Empoderamiento

De Clara Murguialday , Karlos Pérez de Armiño y Marlen Eizagirre

Proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven.

La filosofía del empoderamiento tiene su origen en el enfoque de la educación popular desarrollada a partir del trabajo en los años 60 de Paulo Freire, estando ambas muy ligadas a los denominados enfoques participativos, presentes en el campo del desarrollo desde los años 70.

Aunque el empoderamiento es aplicable a todos los grupos vulnerables o marginados, su nacimiento y su mayor desarrollo teórico se ha dado en relación a las mujeres. Su aplicación a éstas fue propuesta por primera vez a mediados de los 80 por DAWN (1985), una red de grupos de mujeres e investigadoras del Sur y del Norte, para referirse al proceso por el cual las mujeres acceden al control de los recursos (materiales y simbólicos) y refuerzan sus capacidades y protagonismo en todos los ámbitos. Desde su enfoque feminista, el empoderamiento de las mujeres incluye tanto el cambio individual como la acción colectiva, e implica la alteración radical de los procesos y estructuras que reproducen la posición subordinada de las mujeres como género.

Desde entonces, el término “empoderamiento” ha ampliado su campo de aplicación. Por un lado, de su inicial utilización exclusivamente en los análisis de género, ha pasado a aplicarse al conjunto de colectivos vulnerables, habiendo adquirido una amplia utilización en los estudios sobre el desarrollo, el trabajo comunitario y social, o la cooperación para el desarrollo. Por otro lado, si originariamente el concepto era patrimonio de los movimientos de mujeres, después ha comenzado a ser utilizado también por las agencias de desarrollo, las naciones unidas, el banco mundial o algunos estadistas.

Sin embargo, para cada cual el significado del empoderamiento es diferente. Para estos nuevos usuarios del término, el empoderamiento significa un incremento de la capacidad individual para ser más autónomo y autosuficiente, depender menos de la provisión estatal de servicios o empleo, así como tener más espíritu emprendedor para crear microempresas y empujarse a uno mismo en la escala social. También implica mejorar el acceso tanto a los mercados como a las estructuras políticas, con el fin de poder participar en la toma de decisiones económicas y políticas. En definitiva, supone en realidad un proceso que lleva a una forma de participación, pero que no cuestiona las estucturas existentes.

Por el contrario, la visión de los grupos de mujeres y otros movimientos sociales va más allá. El empoderamiento sería una estrategia que propicia que las mujeres, y otros grupos marginados, incrementen su poder, esto es, que accedan al uso y control de los recursos materiales y simbólicos, ganen influencia y participen en el cambio social. Esto incluye también un proceso por el que las personas tomen conciencia de sus propios derechos, capacidades e intereses, y de cómo éstos se relacionan con los intereses de otras personas, con el fin de participar desde una posición más sólida en la toma de decisiones y estar en condiciones de influir en ellas.

En este sentido, Friedman (1992) señala que el empoderamiento está relacionado con el acceso y control de tres tipos de poderes: a) el social, entendido como el acceso a la base de riqueza productiva; b) el político, o acceso de los individuos al proceso de toma de decisiones, sobre todo aquellas que afectan a su propio futuro; y c) el sicológico, entendido en el sentido de potencialidad y capacidad individual.

De forma similar, Rowlands (1997) señala tres dimensiones: a) la personal, como desarrollo del sentido del yo, de la confianza y la capacidad individual; b) la de las relaciones próximas, como capacidad de negociar e influir en la naturaleza de las relaciones y las decisiones, y c) la colectiva, como participación en las estructuras políticas y acción colectiva basada en la cooperación.

Como se puede apreciar, el empoderamiento tiene fundamentalmente una dimensión individual y otra colectiva. La individual implica un proceso por el que los excluidos eleven sus niveles de confianza, autoestima y capacidad para responder a sus propias necesidades. Muchas veces, las mujeres y otros marginados tienen interiorizados los mensajes culturales o ideológicos de opresión y subordinación que reciben respecto a sí mismos, en el sentido de que carecen de voz o de derechos legítimos, lo que redunda en su baja autoestima y estatus. Trabajar por su empoderamiento implica en primer lugar ayudarles a recuperar su autoestima y la creencia de que están legitimados a actuar en las decisiones que les conciernen. Este proceso de concienciación puede ser largo y difícil, por lo que a veces las organizaciones de ayuda se ven tentadas de trabajar no con más excluidos, sino con aquellos colectivos con un mínimo de conciencia y organización, para reducir el riesgo de fracaso.

La dimensión colectiva del empoderamiento se basa en el hecho de que las personas vulnerables tienen más capacidad de participar y defender sus derechos cuando se unen con unos objetivos comunes, por ejemplo: las mujeres que se agrupan para exigir títulos de propiedad, los campesinos que ocupan haciendas improductivas, o los vecinos que reclaman canalizaciones de agua en su barrio. Es interesante señalar que, con frecuencia, el agrupamiento en torno a un proyecto concreto y limitado (pozos de agua, microcréditos) puede dar pie a un proceso de empoderamiento, consistente en la toma de conciencia sobre la situación de injusticia u opresión en la que se vive (desigual acceso social al agua, prácticas abusivas de los usureros, etc.) y la consiguiente búsqueda del cambio. En este sentido, Moser (1991) señala que las organizaciones de mujeres más efectivas en los países en desarrollo son las surgidas en torno a necesidades prácticas de las mujeres en el campo de la salud, el empleo o la provisión de servicios básicos, necesidades que dieron pie a alcanzar otros intereses estratégicos de género identificados por las propias mujeres (ver género, intereses y necesidades de).

Como decíamos, el empoderamiento ha alcanzado su mayor desarrollo en los estudios relativos al género. De entre los diversos enfoques de políticas hacia las mujeres, la estrategia denominada Género en el desarrollo ha sido la que más ampliamente ha incorporado el concepto de empoderamiento como proceso de cambio en el que las mujeres van aumentando su acceso al poder, y cuya consecuencia es la transformación de las relaciones desiguales entre los géneros[Género, Capacitación de, Género, cultura y desarrollo, Género, Igualdad de, Género, Intereses y necesidades de, Género y salud, Género, Género, Marcos para el análisis de, Género, Políticas de , Género, Roles de ], a medida que las mujeres adquieren y ejercen sus derechos a satisfacer sus intereses prácticos y estratégicos (ver género, intereses y necesidades de). Desde esta perspectiva, el empoderamiento de las mujeres, y lo mismo podría decirse para otros sectores, implica:

a) La toma de conciencia sobre su subordinación y el aumento de la confianza en sí mismas (“poder propio”).

b) La organización autónoma para decidir sobre sus vidas y sobre el desarrollo que desean (“poder con”).

c) La movilización para identificar sus intereses y transformar las relaciones, estructuras e instituciones que les limitan y que perpetúan su subordinación (“poder para”).

Esta manera de entender el empoderamiento de las mujeres no identifica el poder en términos de dominación sobre otros, sino como el incremento por las mujeres de su autoestima, capacidades, educación, información y derechos; en definitiva, como el control de diversos recursos fundamentales con objeto de poder influir en los procesos de desarrollo:

a) Recursos materiales: físicos, humanos o financieros (el agua, la tierra, las máquinas, los cuerpos, el trabajo y el dinero).

b) Recursos intelectuales: conocimientos, información, ideas.

c) Ideología: facilidades para generar, propagar, sostener e institucionalizar creencias, valores, actitudes y comportamientos.

Desde esta perspectiva, Longwe y Clarke (1994) han elaborado un marco analítico denominado Marco de Igualdad y Empoderamiento de las Mujeres (ver género, marcos para el análisis de), el cual establece cinco niveles de igualdad entre las mujeres y los hombres, cuyo logro mide el nivel de desarrollo y empoderamiento de las mujeres en cualquier área de la vida económica y social. Esos cinco niveles se refieren al bienestar material, el acceso a los factores productivos, la conciencia de género, la participación en las decisiones, y el control sobre recursos y beneficios.

Estas autoras plantean que existe una relación dinámica y sinergética entre estos cinco niveles de igualdad, de modo que se refuerzan mutuamente. Es decir, el poder adquirido por las mujeres en el acceso a los recursos motiva una mayor conciencia de género; esta conciencia da el impulso necesario para una mayor participación en la toma de decisiones, la cual promueve un mayor control sobre recursos y beneficios, lo que significa que las mujeres tienen, junto con los hombres, el poder de influir en su destino y en el de sus sociedades. Según este marco de análisis y planificación, los cinco niveles de igualdad deben estar presentes en un proyecto de desarrollo para que éste pueda contribuir a la superación de la desigualdad de género.

Gráfica del ciclo de empoderamiento de las mujeres




La aparición y la evolución del término “empoderamiento” se han dado en el marco de un cuestionamiento del concepto convencional de “desarrollo”, visto como mero crecimiento económico. De este modo, el empoderamiento guarda una estrecha relación con el enfoque del desarrollo humano, entendido como un incremento de las capacidades de las personas (Naresh y Vangik, 1995), y con varias dimensiones emparentadas con éste: la participación comunitaria, la toma colectiva de decisiones, el buen gobierno, etc. En este sentido, como dicen Keller y Mbwewe en Moser, 1991, el desarrollo sería un proceso de empoderamiento, es decir, “el proceso mediante el cual las personas llegan a ser capaces de organizarse para aumentar su propia autonomía, para hacer valer su derecho independiente a tomar decisiones y a controlar los recursos que les ayudarán a cuestionar y a eliminar su propia subordinación”.

En otras palabras, el empoderamiento consiste en un proceso de reducción de la vulnerabilidad y de incremento de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados, que conduce a promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible.

Por otro lado, el objetivo del empoderamiento encierra importantes retos para las organizaciones que trabajan en el campo de la cooperación para el desarrollo. En primer lugar, antes de diseñar un proyecto es necesario realizar un análisis de las dinámicas y relaciones socioeconómicas que generan vulnerabilidad y falta de poder, de forma que se puedan interpretar las aspiraciones de la gente en un contexto más amplio. Como resultado, la intervención tendrá que enfatizar unas veces objetivos materiales, y otras reivindicaciones de derechos. En segundo lugar, la propia filosofía del empoderamiento obliga a las agencias de ayuda no sólo a oír a las personas con las que trabajan, asumiendo sus percepciones y objetivos, sino a cederles el protagonismo, limitándose tales organizaciones a ser meras facilitadoras. El empoderamiento no es un bien que se pueda donar, sino un proceso dinámico del que la propia gente es protagonista mediante sus propios esfuerzos individuales y colectivos. En conclusión, para responder a ambos retos, el análisis de contexto y el protagonismo de la gente, la forma más adecuada de promover el empoderamiento es mediante enfoques participativos tales como el diagnóstico rural participativo. M. E., Cl. M. y K. P.

Condiciones necesarias para el empoderamiento Indicadores del desarrollo humano
(Llevarán a un incremento de la capacidad de responder a los cambios; a innovar e inducir el cambio)
Autoconfianza a nivel local
Asertividad cultural
Acceso a propiedad (tierra y otros recursos)
Autosuficiencia alimentaria
Acceso a ingreso, facilidades de crédito…
Acceso al conocimiento y habilidades para la formación y resolución de problemas
Acceso a tecnologías apropiadas
Espacios de participación en todos los aspectos de la conducta humana
Mantenimiento del stock de capital natural constante
Mantenimiento de la capacidad medioambiental
Mejora de la calidad de vida
Análisis del sobreconsumo e infraconsumo en el marco del desarrollo económico


Fuente: Titi y Singh (1995)


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Bibliografía
Batliwala, S. (1983), Empowerment of Women in South Asia: Concepts and Practices, Asian-South Pacific Bureau of Adult Education and Freedom from Hunger Campaign, New Dehli.
Boulding, K. (1993), Las tres caras del poder, Paidós, Barcelona.
Craig, G. y M. Mayo (eds.) (1995), Community Empowerment: A Reader in Participation and Development, Zed Press, Londres.
DAWN (Development Alternatives with Women for a New Era) (1985), Development, Crisis and Alternative Visions: Third World Women Perspectives, Delhi.
Eade, D. (1997), Capacity-Building. An Approach to People-Centred Development, Oxfam, Oxford.
Friedman, J. (1992), Empowerment. The Politics of Alternative Development, Blackwell Ed., Massachusetts.
Longwe, S. H. y R. Clarke (1994), Women's Equality and Empowerment Framework, Unicef, Nueva York. Ed. en castellano: "El marco conceptual de igualdad y empoderamiento de las mujeres", en León, M. (comp.) (1997), Poder y empoderamiento de las mujeres, Tercer Mundo Editores, Santafé de Bogotá (Colombia).
Mcwhriter, E. H. (1991), "Empowerment in Counselling", en Journal of Counselling and Development, nº 69.
Moser, C. (1989), "Gender Planning in the Third World: Meeting Practical and Strategic Gender Needs", en World Development, vol. 17, nº 11.
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Tomado de http://dicc.hegoa.efaber.net/listar/mostrar/86

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sábado, 17 de marzo de 2007

El empoderamiento como nuevo paradigma de gestión del talento humano

De Yuly Fang Alandette Juan Morales Arrieta Federico Herazo Ferrer

INTRODUCCIÓN El siglo XX fue escenario de múltiples cambios a nivel organizacional marcado por guerras, depresiones económicas, etc, pero en esencia mantenía las mismas estructuras heredadas de las sucesivas revoluciones industriales en la cuales el individuo era considerado como un simple engranaje sustituible de la gran maquinaria de producción (Caro, 2001). Este enfoque mecanicista demostró ser eficaz en los mercados relativamente aislados por los conflictos sucedidos en todas partes del mundo, pero giraba inconscientemente en la despersonalización de los empleados quienes cada vez perdían más la motivación y la satisfacción personal. Su base estructural mostraba una jerarquía piramidal con un poder centralizado en unos pocos (mandos medios y altos) y con poca o nula participación del nivel inferior y en donde la comunicación fluía en un solo sentido (de arriba hacia abajo) aislando prácticamente a la fuerza laboral de la organización en si. El descontento de los trabajadores no se hizo esperar y fue así como surgieron los movimientos gremiales y sindicales que promovían la necesidad de ser tratados como seres humanos y no como máquinas. Esta necesidad se vio reflejada en los bajos niveles de desempeño de los empleados que afectaban directamente las utilidades de las organizaciones las cuales notaron posteriormente que su personal no era sólo un instrumento o medio para lograr los objetivos sino su capital más importante y vital. Es aquí donde nace el empoderamiento como nuevo paradigma de gestión del talento humano procurando insertar como miembros activos y con capacidad de decisión a todos y cada uno de los individuos que laboran en una organización descentralizando el poder y fomentando la comunicación en todas direcciones a la vez que aplana la estructura jerárquica haciéndola más eficiente y menos burocrática (Alhama, Alonso & Cuevas, 2001). El panorama actual ha cambiado, si antes los mercados estaban relativamente aislados, hoy en día se vive en la era de la globalización en donde se observan fenómenos tales como la unión de mercados (por ejemplo, la Unión Económica Europea) lo que genera intrínsecamente una dinámica y permanente cambio de la mano con los avances tecnológicos y especialmente de las telecomunicaciones. En la aldea global el conocimiento es poder y su valor con el transcurso del tiempo toma más auge por la alta competitividad de los mercados en los cuales el que se adapta primero a los cambios se mantiene y los que no, desaparecen. ¿Qué sería de una empresa que no está al tanto de los cambios del mercado?, ¿qué sería de una organización que no tiene acceso a la información pertinente al medio en el cual se desarrolla? Si el mundo fuera estático podría seguir siendo exitoso por mucho tiempo, pero con el constante cambio social, económico y político las empresas que no se adaptan están destinadas a desaparecer. Lo anterior genera una diseminación en tiempo real del conocimiento por todo el mundo y las nuevas técnicas de gestión del talento humano no son la excepción.

¿PERO QUÉ ES EL EMPODERAMIENTO? El empoderamiento es un proceso multidimensional de carácter social en donde el liderazgo, la comunicación y los grupos autodirigidos reemplazan la estructura piramidal mecanicista por una estructura más horizontal en donde la participación de todos y cada uno de los individuos dentro de un sistema forman parte activa del control del mismo con el fin de fomentar la riqueza y el potencial del capital humano que posteriormente se verá reflejado no solo en el individuo sino también en la comunidad en la cual se desempeña (Blanchard, Carlos & Randolph 1997). Ahora bien, existen dos tipos de empoderamiento. El empoderamiento estructural de Kanter (1993 citado en Laschinger, Finegan, Shamian & Wilk, 2004; Yoon, 2001) que se centra en las condiciones en el ambiente de trabajo tales como la variedad, autonomía, carga de trabajo, soporte de la organización y posición dentro de la empresa; estas constituyen las características estructurales del empleo. Las variaciones de dichas condiciones se traducen en una forma de satisfacción laboral, pero dejan a un lado la percepción que el trabajador tiene de dichas variaciones en las condiciones ambientales. Es aquí donde Spreitzer (1995 citado en Laschinger et al. 2004) abre campo al empoderamiento psicológico definido como la interpretación mental de cada individuo a las cambios estructurales del ambiente de trabajo. Dichas interpretaciones generan cuatro dimensiones (Spreitzer, 1996 citado en Menon, 1999; Conger & Kanungo, 1988 citados en Leach, Wall & Jackson, 2003): a) el significado que supone una congruencia entre las creencias de un empleado, valores, conductas y los requerimientos del empleo; b) la competencia que hace referencia a confiar en las habilidades en el desempeño del empleo; c) la autodeterminación que se refiere a los sentimientos de control sobre el trabajo y d) el impacto que se define como el sentido de ser capaz de influenciar importantes resultados en conjunto con la organización. La idea general del empoderamiento es la complementación de los dos tipos ya que para analizar el proceso se necesita saber si existen o no condiciones favorables para un ambiente empoderado y además la forma como los empleados perciben dichas condiciones. Este proceso de empoderar inicia (Blanchard, Carlos & Randolph 1997), estimulando el liderazgo de los mandos intermedios de la organización para cumplan un papel de guías hacía los objetivos de la empresa y no de supervisores del cumplimiento de los mismos (Covey, 1996). Posteriormente se debe compartir la información con todos los empleados para aprovechar al máximo el capital humano y permitirles entender la situación actual en términos claros, crear confianza en toda la organización, acabar con el modo de pensar jerárquico tradicional, ayudar a las personas a ser más responsables y a su vez estimularlos para actuar como si fueran dueñas de la empresa. Después de cumplir con la anterior etapa, se comienza a generar la autonomía mediante fronteras. En este paso los trabajadores se basan en la información compartida para tomar sus propias decisiones sin perder de vista la misión y la visión de la empresa, retroalimentándose ellos mismos y trazándose metas específicas para cumplir con su papel. Finalmente como último paso la organización debe reemplazar la jerarquía piramidal con equipos autodirigidos que gozan de cierta autonomía y para esto todos tienen que entrenarse en destrezas de equipo y recibir un compromiso y apoyo de la gerencia. ¿CÓMO MEDIRLO? Existen muchas formas de medir Empoderamiento, a través de las percepciones, cuestionarios (Mok, 2004), Escalas Likert (Yoon, 2001), encuestas (Boehm y Staples, 2004). Otra estrategia para medir el empoderamiento, y que ha sido muy poco utilizado es el método conocido como el de las 7S (McKinsey, 2002 citado en Morales y Peña, 2004; Waterman, Peters & Phillips, 1980 citados en Lin, 2002). Este utiliza un conjunto de siete factores organizacionales que por sus nombres en inglés comienzan por la letra “S”; estos son: Skills (habilidades) que son las capacidades distintivas de la empresa; Staff (personal) que son las personas que ejecutan la estrategia; Strategy (estrategia) que es la adecuada acción y asignación de los recursos para lograr los objetivos de la empresa; Struscture (estructura) que se refiere a la estructura organizacional y las relaciones de autoridad y responsabilidad que en ella se dan; Style (estilo) que es la forma en que la alta dirección se comporta, Superordinate goals (valores o metas superiores) que son los valores que comparten todos los miembros de la empresa y que traduce la estrategia en metas circulares uniendo a la organización en el logro de objetivos comunes; y Systems (sistemas) que son todos los procedimientos y procesos necesarios para desarrollar la estrategia. Este método postula que los cambios en la eficacia organizacional, son consecuencia de la interacción de múltiples factores, muchos de los cuales no son obvios y otros no son considerados por los modelos tradicionales; pero siendo este un modelo donde todos los factores están interconectados entre sí, no basta con la sola identificación de esta diversidad de factores, lo más importante es la mezcla o combinación que se logra entre ellos para optimizar los resultados, lo que lo convierte más en una red de relaciones que una estructura piramidal de importancia. ESTADO ACTUAL DEL MODELO DE EMPODERAMIENTO Las recientes investigaciones sobre empoderamiento están enfocadas principalmente al campo de la salud (hospitales, clínicas, etc), de servicios (compañías de seguros, bancos, etc) y de la educación (Universidades, colegios, etc). Se han realizado estudios científicos a lo largo y ancho del mundo y en diversas culturas buscando grados de correlación con distintas variables tales como edad, género, antigüedad en el cargo y nivel educativo del empleado (Lin, 2002). Los resultados han arrojado impicaciones tales como que: a) El empoderamiento debería ser operacional, b) empoderar a mujeres debería ser reconocido como una de las ventajas en la industria de los servicios, c) el empoderamiento debería ser notado como una herramienta válida para conservar empleados, y d) las prácticas del empoderamiento deben ser diseñadas para realzar la satisfacción en el trabajo. En general desde finales de la década pasada y comienzos de la actual se han venido aplicando las técnicas del empoderamiento en Estados Unidos (Pappas, Flaherty & Wooldridge, 2003; Campbell, 2003; Appelbaum, Bartolomucci, Beaumier, Boulanger, Corrigan, Doré, et al., 2004), México (Quijano, 2005), Finlandia (Kuokkanen, Leino-Kilpi & Katajisto, 2003), China (Mok, 2004; Mok & Au-Yeung, 2002), Turquía (Yavas, Karatepe, Avci & Tekinkus (2003), Taiwán (Lin, 2002), Perú (Arispe, 2005) y Colombia (Canaval, 1999; Calderón, 2003; Calderón, Murillo & Torres, 2003; Calderón, 2004; Espinosa, 2001) de manera simultánea, con resultados muy positivos lo que demuestra que el conocimiento globalizado está operando adecuadamente en el desarrollo del bienestar organizacional. Con el marco conceptual anterior el Programa de psicología y el programa de Ingeniería Industrial han iniciado un trabajo interdisciplinario a través de sus dos Grupos de Investigación para dar una mirada global al proceso de Empoderamiento. Es así como se encuentra en proceso la investigación que tiene como objetivo identificar y describir las características de empoderamiento de las empresas del sector Industria ubicadas entre las cien mejores de la ciudad de Cartagena, según la clasificación de la Cámara de Comercio de Cartagena. Partiendo de la importancia que tiene la variable Empoderamiento como Estrategia para mejorar la calidad de vida de los empleados en una organización y de esta forma ser más rentables en el mercado. Para esta investigación se trabajará con el método de las 7S de Mckinsey, se establecerán los indicadores para cada una de las variables y se procederá a elaborar la encuesta, para aplicarla a las empresas seleccionadas, y con la información suministrada se analizaran bajo el software SPSS diseñados para tal fin, el cual proporcionará una guía para recopilar, procesar, analizar la información y determinar las conclusiones con referencia a la investigación de las características de Empoderamiento en las empresas de diversos sectores económicos, las cuales se encuentra entre las cien mas grandes de la ciudad de Cartagena.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Alhama, R., Alonso, F. & Cuevas, R. (2001). Perfeccionamiento empresarial: Realidades y retos [Versión electrónica]. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. Extraído el 29 Septiembre, 2005 de http://www.cubaliteraria.cu/ciencias_sociales/editorial/csLibros/Perfeccionamiento_Empresarial.pdf Appelbaum, S., Bartolomucci, N., Beaumier, E., Boulanger, J., Corrigan, J., Doré, I. et al. (2004). Organizational citizenship behavior: A case study of culture, leadership and trust [Versión electrónica]. Management Decision, 42 (1), 13-40. Extraído el 17 Agosto, 2005, de la base de datos de ProQuest. Arispe, J. (2005). Solo 16% de gerentes cree que hay liderazgo efectivo en sus empresas. El Comercio. Extraído el 17 Agosto, 2005, de la base de datos de ProQuest. Blanchard, K., Carlos, J. & Randolph, A. (1997). Empowerment: 3 Claves para lograr que el proceso de facultar a los empleados funcione en su empresa. Bogotá: Norma S.A. Boehm, A. y Staples, L. (2004). 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viernes, 2 de marzo de 2007

Un texto sobre ciencia, género y feminismo

¿El poder de una ilusión?: Ciencia, Género y Feminismo(1)

Eulalia Pérez Sedeño
Dpt. Lógica y Filosofía de la Ciencia
UPV/EHU

[Publicado en M. T. López de la Vieja (ed.): Feminismo: del pasado al presente. Ediciones Universidad de Salamanca, 2000.]

Cuando se habla de 'ciencia y género’(2) (o 'mujer y ciencia' o la cuestión de la ciencia en el feminismo, ampliable en todo momento a la tecnología) se hace referencia a cuestiones muy diversas. Para abreviar, podemos decir que consiste en examinar desde diversas perspectivas, aunque teniendo en cuenta sobre todo el pensamiento feminista, la división sexual del trabajo en la ciencia, que produce una organización ‘genérica’ de las comunidades científicas y de la propia ciencia. Cómo y en qué términos se ha producido eso ha sido objeto de diversos estudios desde diversas perspectivas en los últimos años.

En mi opinión, gran parte de la historia del acceso de las mujeres al conocimiento(3) es la historia de una ilusión: conseguir saber y el acceso a las instituciones que ‘certifican’ qué es conocimiento. Y esa historia tiene tres momentos importantes. El primero de ellos, que iría desde el Renacimiento hasta el triunfo de la revolución científica, ya bien entrado el siglo XVII, es aquél en el que se plantea el acceso de las mujeres a la educación elemental. Ante la consideración tradicional que los pensadores medievales tienen de la mujer (4), ciertos humanistas, como Luis Vives o Erasmo de Roterdam consideran que es recomendable que las mujeres sepan leer y escribir, pues no hay que olvidar que los hijos están en sus manos durante muchos años y el que puedan hacer lecturas piadosas las ayudará en la buena crianza de sus vástagos. No se cuestiona la manifiesta inferioridad de la mujer, pero se aboga por una cierta educación para que el mal sea menor.

Esta mayor permisividad acerca de la instrucción de las mujeres tuvo diversas consecuencias. Una de ellas fue la aparición de mujeres educadas: aunque a lo largo de la historia, siempre ha habido excepciones (entre las clases privilegiadas, claro) comienza a aumentar su número e incluso aparece una figura típica de la revolución científica, la scientific lady o la femme savant, tan denostada en la literatura satírica, pero tan fundamental para la difusión de la nueva ciencia(5). También fue importante y novedoso el hecho de que algunas mujeres comenzaran a alzar la voz a favor de su educación, e incluso afirmaran la igualdad en capacidad intelectual con el hombre. Un antecedente de estos primeros alegatos es, sin duda el de Christine de Pisan, quien en su obra, La ciudad de las damas, publicado en 1405, afirmaba que "si fuera costumbre mandar a las niñas a la escuelas e hiciéranles luego aprender las ciencias, cual se hace con los niños, ellas aprenderían a la perfección y entenderían las sutilezas de todas las artes y ciencias por igual que ellos... pues... aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos hábil para hacer algunas cosas, tanto más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican". Y añadía: "Ha llegado el momento de que las severas leyes de los hombres dejen de impedirles a las mujeres el estudio de las ciencias y otras disciplinas. Me parece que aquellas de nosotras que puedan valerse de esta libertad, codiciada durante tanto tiempo, deben estudiar para demostrarles a los hombres lo equivocados que estaban al privarnos de este honor y beneficio. Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos. Estas joyas son nuestras porque las usamos, pero el honor de la educación es completamente nuestro"(6).

Otra mujer, Margaret Tyler, efectuaba aseveraciones semejantes. Aunque la identidad real de esta autora se desconoce, nos ha llegado la traducción que hizo al inglés de la obra del español, Diego Ortúñez de Calahorra, El espejo de los hechos de los príncipes y de la caballería (1578). El prefacio, o más bien dedicatoria en forma de epístola, mantiene que las mujeres tienen idéntica capacidad que los hombres para investigar y escribir y que, por consiguiente, tienen que tener la posibilidad de hacerlo. Jane Anger, otra mujer de cuya identidad apenas se sabe nada, excepto su gran capacidad para las polémicas, ataca e insulta en Boke his Surfeit in Love (1588) a quienes consideran inferiores, tontas, libidinosas o lascivas a las mujeres: ”somos contrarias a los hombres porque ellos están en contra de lo que es bueno: como son cortos de vista no pueden ver dentro de nuestra naturaleza, pero nosotras podemos ver demasiado bien (aunque nos falte un ojo) su condición, porque son muy malos; nuestros comportamientos se alteran diariamente, porque las virtudes de los hombres decaen cada hora”(7). También Ester Sowernam (probablemente un seudónimo) escribió en 1617 Ester hath Hang’d Haman Address to all right Honorable, Noble and Worthy ladies, Gentlewomen and Others, Vertuously Disposed, of the Faeminine Sexe como respuesta a un tratado misógino de Joseph Swetnam; en él defiende “a las de nuestro sexo” mostrando que fueron creadas iguales que los hombres, apreciadas en la antigüedad y llenas de bondades de todo tipo, aunque cuando se equivocan lo hacen duramente porque son superiores: en realidad se las acusa de defectos “y faltas que proceden del contagio de esas serpientes que son los hombres”(8).

La española María de Zayas y Sotomayor (1590-1661 ó 1662) no sólo se pronuncia a favor de la educación de las mujeres, sino que tiene muy claro a qué se debe la ‘inferioridad’ de éstas. “Las almas ni son hombres ni mujeres. ¿Qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo? Esto no tiene a mi parecer más respuesta que su impiedad o tiranía en encerrarnos y no darnos maestros. Y así, la verdadera causa de no ser las mujeres doctas, no es defecto del caudal, sino falta de la aplicación. Porque si en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres, y quizás más agudas”(9). Y tanto es así, que incluso considera que muchos de los peores males que aquejan a su tiempo se deben a la falta de estima que los varones tienen por las mujeres: “¿De qué pensáis que procede el poco ánimo que hoy todos tenéis, que sufrís que estén los enemigos dentro de España y nuestro Rey en campaña, y vosotros en el prado y en el río llenos de galas y de trajes femeniles, y los pocos que le acompañan suspirando por las ollas de Egipto? De la poca estimación que hacéis de las mujeres”(10).

Así podríamos seguir por los siglos XVI y XVII, en los que el nuevo tema que aparece en la querelle des femmes(11), la educación de las mujeres, se convierte en una parte vital de la cultura occidental, como muestran los escritos de Louise Labé de Lyon (1524-1566), Joane Sharp (hacia 1617), Marie le Jars de Gourney (1565-1645) , Margaret Cavendish (1623-1673), Katherin Fowler Philips (16331-1664), Bathsua Pell Makin (1608-1675 aproximadamente) o María de Guevara, condesa de Escalante (muerta en 1683)(12). Pero entre todas las obras escritas en esta época en favor de la educación de las mujeres hay dos que destacan. Una es el panfleto anónimo aparecido en 1678, Advice to the women and Maidens of London, que exhortaba a las mujeres a rechazar las labores domésticas y a dedicarse a estudiar matemáticas y contabilidad. La autora - desconocida, aunque en la portada aparece la expresión 'por una de ese sexo' - consideraba que las mujeres que estuvieran capacitadas en esas materias serían más independientes. La otra obra es An Essay in Defence of the Female Sex, In which are inserted the Characters of a Pedant, a Squire, a Beau, a Vertuoso, a Poetaster, a City-Critick, etc., In a letter to a lady. Written by a lady(13). También fue publicada de forma anónima, aunque se puede atribuir a Judith Drake, hermana de James Drake, anglicano, miembro del Colegio de Médicos y famoso activista político. En la obra, que fue tan popular que vio diversas ediciones, Judith Drake expresaba su disgusto y desesperación porque la sociedad no sólo aceptaba la desigualdad sexual, sino que la alentaba. También se manifestaba en contra de la ignorancia y hasta ocultación de la literatura escrita por mujeres y criticaba el sistema educativo que diferenciaba entre sexos. Animaba a sus congéneres a escribir, hablaba con orgullo de las mujeres del pasado y desechaba los argumentos a favor de la naturaleza inferior de la mujer, mostrando un conocimiento exacto y al día de las ideas contemporáneas al respecto.

El segundo momento histórico en la lucha por las mujeres para lograr acceso al conocimiento se produce en la segunda mitad del s. XIX, cuando se plantean en diversas partes del mundo occidental, no ya el acceso a la cultura general, sino a las instituciones educativas de más alto nivel, las universidades ( y también las academias). Siguiendo estrategias variadas, entre las que tendríamos que destacar las de algunas mujeres norteamericanas que donaban grandes sumas de dinero para fundar colleges femeninos o subvencionaban aquellos centros que admitieran mujeres, se fue logrando poco a poco el acceso a la universidad para escuchar primero, luego para obtener título de licenciada y, finalmente, para doctorarse. No hay que olvidar que a lo largo de la historia, las mujeres no podían acudir a los centros del saber. En Grecia sólo se las admitía en algunas escuelas filosóficas, por ejemplo, la platónica o la pitagórica; durante la Edad Media, únicamente los conventos - aunque no en todos los países - permitían un a educación limitada. Ni tan siquiera el ideal ilustrado pudo conseguir que las mujeres accedieran sin trabas y como iguales al saber, aunque fueron muchas las ilustradas conocedoras y practicantes de la ciencia.

De hecho, el acceso a las escuelas o a las universidades es muy reciente. Como grupo, y no alguna excepción, lograron entrar en estas últimas a finales del s. XIX: en las universidades norteamericanas se consiguió a mediados del siglo XIX, pero en departamentos o colleges segregados; en las suizas en la década de 1860, en las francesas en la de 1880, en las alemanas en 1900 y en las británicas en la de 1870, aunque universidades como la de Cambridge no las admitiría sin ningún tipo de restricción hasta 1947. En las universidades españolas se las admitió por vez primera en 1668, pero poco después, una normativa exigía permiso de la ‘autoridad competente’ (ministro de Instrucción Pública, Rector, padre o esposo) y sólo se permitió el libre acceso, sin ningún tipo de restricción, a partir de 1910. Las academias científicas tardaron aún más: dos mujeres - Marjory Stephenson y Kathleen Londsdale - fueron las primeras en ser admitidas en la Royal Society en 1945, a pesar de que esta institución tenía casi trescientos años de existencia; en 1979, Yvonne Choquet-Bruhat fue la primera mujer en entrar en la Académie de Sciences francesa, fundada en 1666: Liselotte Welskopft, en 1964, se convirtió en la primera mujer miembro de pleno derecho de la Akademie der Wissenschaften de Berlín: antes había habido mujeres miembros honoríficos o correspondientes (no de pleno derecho), como Lise Meitner en 1949, pero, aún así, desde su creación en 1700 y hasta 1964 sólo diez mujeres habían conseguido tal ‘privilegio’. Las primeras mujeres españolas en acceder a las academias científicas nacionales fueron María Cascales (Real Academia de Farmacia, en 1987) y Margarita Salas (que leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en 1988).

El tercer momento, se produce en lo que se denomina ‘la segunda ola del feminismo’ y se caracteriza no ya por una lucha por el acceso a la educación o a la enseñanza superior, sino por plantearse por qué hay tan pocas mujeres, primero estudiando ciencias, luego, trabajando en ellas y, finalmente, en los puestos de responsabilidad. En este tercer momento, se puede decir que hay dos fases. En la primera, las preguntas se refieren a la ciencia sólo; en la segunda, se amplía a la tecnología, un terreno tradicionalmente masculino(14).

En este período surgen un tipo de estudios, pero también estrategias - que he denominado pedagógico-prácticos - y que tienen como objetivo fundamental averiguar por qué sigue habiendo escasez de mujeres en ciencia y tecnología e intentar atraer a las niñas a las ciencias. No hay que olvidar que, a pesar de que el feminismo es múltiple y variado, una de sus características generales es avanzar propuestas sociales y políticas que conduzcan a la plena igualdad de las mujeres, por lo que esa problemática adquirió gran relieve desde los comienzos. El objetivo principal era conseguir que hubiera cada vez más mujeres estudiando ciencia y tecnología y en las actividades tecnocientíficas. Para ello se ha analizado - y se analiza - cómo se enseña la ciencia y la tecnología desde la escuela y el contenido de los diferentes curricula. Y las estrategias utilizadas para alentar el estudio y trabajo de las niñas y mujeres en las ciencias han sido variadas: unas se han centrado en el contenido de las materias, en la selección de lecturas adecuadas, en la inclusión de información que normalmente no se contempla en los cursos estándar o en las actitudes y expectativas que las niñas y adolescentes tienen hacia la ciencia (y que suelen condicionar sus opciones de adultas), así como en las expectativas y actitud que el profesorado manifiesta (consciente o inconscientemente) hacia sus alumnas y que también los profesionales de las ciencias revelan con respecto a las mujeres.

Pero también se ve la necesidad de proveer a las niñas de estereotipos femeninos en los que puedan mirarse y se empieza a rescatar del olvido figuras que habían pasado inadvertidas o deliberadamente ocultas en la historia de la ciencia, bien por los sesgos inherentes, bien por concepciones estrechas de la historia de la ciencia que reconstruyen la disciplina sobre los nombres de grandes personajes y teorías o prácticas exitosas y que dejan de lado actividades en modo alguno colaterales al desarrollo de la ciencia.

Empiezan a nombrarse y a ser conocidas figuras que han efectuado aportaciones más o menos importantes a la ciencia y la tecnología y que no aparecen recogidas en las historias al uso: Aglaonike, e Hipatia en la antigüedad, Roswita e Hildegarda de Bingen en la Edad Media; las italianas Maria Ardinghelli, Tarquinia Molza, Cristina Rocatti, Elena Cornaro Piscopia, Maria Gaetana Agnesi, y Laura Bassi; las anglosajonas Aphra Behn, Augusta Ada Byron Lovelace, Mary Orr Evershed, Williamina Paton Stevens Fleming, Margaret Lindsay Murray Huggins, Christine Ladd-Franklin, Henrietta Swan Leavitt, Annie Russell Maunder, Charlotte Angas Scott, Mary Somerville, Anna Johnson Pell Wheeler, Caroline Herschel y Maria Mitchell; las germanas Maria Cunitz, Elisabetha Koopman Hevelius, María y Christine Kirch; las francesas Jeanne Dumée, Sophie Germain, Nicole Lepaute. Y científicas naturales y sociales más recientes ya no son relegadas al olvido, aunque algunas no sean reconocidas como merecen en primera instancia, debido a su sexo: Maria Goeppter Mayer, Sonya Vasilyevna Kovalevskaia, Lise Meitner, Emmy Noether, Gerta Ayrton, Virginia Apgar, Gerty Cori, Rachel Carson, Elisabeth Schiemann, Christiane Nüsslein-Volhard, Margaret Mead, Barbara McClintock, Rita Levi Montalcini están comenzando a ocupar su lugar en la historia y han sido merecedoras de artículos o biografías(15). También se ha estudiado el papel de las mujeres en el nacimiento y desarrollo de determinadas disciplinas o parcelas (como la botánica, la medicina o la programación), o se han examinado fenómenos valiosos para el desarrollo de la ciencia, como los salones científico-literarios, el mecenazgo, la divulgación científica, etc. En el caso de la tecnología, esa recuperación se ve muy dificultada por el ocultamiento sistemático de las mujeres que, en muchos casos, ha permitido la legislación sobre patentes, pero también por el hecho de que las historias de la tecnología han pasado, y pasan, por alto el ámbito de lo privado, es decir femenino, en el que se utilizaban y utilizan tecnologías propias de las tareas tradicionalmente determinadas por la división sexual del trabajo(16).

La imposibilidad de acceder a las instituciones educativas y científicas a lo largo de la historia y la escasa presencia de mujeres en la práctica científica, aún hoy, en que prácticamente ningún país, al menos occidental, admite discriminación por razón de sexo condujo a la pregunta por los mecanismos que lo habían provocado y aún hoy lo provocan. Así, sociólogas/os e historiadoras/es han llegado a diversas conclusiones. Por un lado, que las mujeres eran - son - admitidas prácticamente como iguales hasta que una actividad se institucionaliza y profesionaliza y que el papel de las mujeres en determinada actividad es inversamente proporcional al prestigio de esa actividad. Por otro, se han apreciado dos formas fundamentales de discriminación, la territorial y la jerárquica. Por la primera, las mujeres quedan relegadas a disciplinas y trabajos concretos, marcados por el sexo, como la clasificación y catalogación en historia natural o la computación de datos en astronomía. No es que haya mujeres concretas o individuales a las que no se les reconozca su valía, sino que esa falta de estatus y reconocimiento se extiende a tareas o campos completos, que están sumamente ‘feminizados’ y a los que se les atribuye menor valor, se los considera rutinarios o poco importantes, por el hecho de ser realizados por mujeres. Por ejemplo, Rossiter, basándose en el informa de 1956-58 American Science Manpower (que, a pesar del título, incluye mujeres), afirma que las mujeres tienden a “estar donde no está el dinero”(17). Schiebinger, por su parte, basándose en las estadísticas del Ministerio de Defensa estadounidense sobre financiación de I+D (Investigación y Desarrollo), muestra que la participación de las mujeres en un campo, es inversamente proporcional a la proporción de financiación militar. Cuál es la causa y cuál el efecto - o qué fue primero, si el huevo o la gallina - es difícil de decir.

Podría considerarse que, una vez que se ha logrado la igualdad social, y dadas las políticas coeducativas y de intervención seguidas en la mayoría de los países occidentales en las dos últimas décadas, ese problema está en vías de solución. La idea general ha sido que, dada la imposibilidad de que las mujeres se instruyeran en ciencia, no resultaba extraño que su número fuera escaso. La consecuencia lógica del acceso de las mujeres en igualdad de condiciones a los estudios sería un aumento espectacular en su participación Sin embargo, la participación de las mujeres haciendo ciencia y tecnología sigue siendo inferior a lo que podría esperarse, dada la masa crítica existente. En un reciente informe de la Unión Europea se muestra que, mientras la proporción de estudiantes hombres y mujeres es similar, e incluso superior a favor de las mujeres en algunas disciplinas, los hombres ocupan la gran mayoría de puestos de profesor de dedicación completa. Ese mismo informe indica que, incluso en los países de ésta donde la discriminación es menor (Finlandia, Francia y España), las mujeres representan sólo entre el 13 y el 18% de los full professors (profesores titulares) en las universidades. En Holanda, Alemania y Dinamarca, este porcentaje baja al 6,5%. Si pasamos a la posición de catedráticas o profesoras de investigación (su equivalente en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas), el porcentaje es aun más escandaloso: en España, sólo el 5%(18). A la discriminación por sexo hay que añadirle la variable edad. Como ha mostrado recientemente Paloma Alcalá(19), cuando las mujeres llegan al escalafón más alto han tardado una media de 16 a 20 años más que los varones y se aprovecha su acceso para introducir a los colegas que, de otro modo, jamás lo habrían conseguido.

En virtud de la denominada discriminación jerárquica, mujeres brillantes y capaces son mantenidas en los niveles inferiores del escalafón o topan con un 'techo de cristal' que no pueden traspasar en su profesión. Es decir, soportan forman encubiertas de discriminación que siguen pautas muy sutiles y, en muchos casos inconscientes y ocultas para quienes ejercen la discriminación: en 1997, la prestigiosa revista Nature publicó un estudio efectuado por dos investigadoras suecas que mostraba por qué era el doble de probable que un hombre consiguiera una beca posdoctoral a que la obtuviera una mujer, pues mostraron que los evaluadores conferían inadvertidamente a los hombres, sólo por el hecho de serlo, una ventaja equiparable al valor de 20 publicaciones científicas en revistas de prestigio. El estudio provocó tal número de comentarios y protestas que tuvo un efecto importante: se alteró la composición de los comités de evaluación de modo que incluyera más mujeres. Finalmente, se reconoce que las mujeres están excluidas de facto de las redes informales de comunicación, cruciales para el desarrollo de las ideas. Por ese y otros motivos, para conseguir incorporar y mantener a las mujeres en la ciencia y la tecnología no basta asegurar su preparación y tener una política de igualdad

Historias de personas como Maria Winkelman Kirch, quien nunca fue admitida en la Academia de Ciencias de Berlín, ni fue contratada como astrónoma, a pesar de actuar como tal para dicha institución; de Rosalin Franklin, la gran olvidada en la historia del descubrimiento de la estructura del ADN, pero sin cuyas radiofotografías, tal descubrimiento habría sido prácticamente imposible, el de la genetista Elisabeth Schiemann, de gran convicciones éticas y morales que la hicieron oponerse al régimen nazi y nunca logró un puesto acorde con sus cualificaciones, o el de Emmy Noether, tan injustamente tratada(20), sirven para recordar lo íntimamente que están ligadas las circunstancias públicas y privadas. Como muestran diversas las diversas autoras que se han ocupado de ellas y otras, si queremos entender cómo las cuestiones de género están conectadas con los patrones demográficos generales es necesario que nos demos cuenta de la importancia que tiene la historia ‘local’ de determinados campos científicos en un tempo y lugar concretos(21).

También se han analizado las divergentes carreras científicas entre hombres y mujeres desde una perspectiva psicosociológica al considerar que los factores socioculturales, educativos y psicológicos que pueden afectar los logros futuros de las niñas en ciencias son de gran importancia. En primer lugar, cabe plantearse si las mujeres llegan a la educación superior en igualdad de condiciones que los varones, dada la distinta socialización que experimentan. El diferente tipo de juguetes que se da a niños y niñas, puede dirigir sus capacidades: los de los niños tienden a desarrollar y subrayar la separación entre sujeto y objetos y su manipulación en el espacio, mientras que los de las niñas desarrollan habilidades verbales y relaciones personales. En segundo, los estereotipos sexuales, presentes en nuestras vidas desde el momento en que nacemos, asocian a los varones con características tales como las de racionalidad, dominación, independencia, frialdad y objetividad, mientras las mujeres se asocian con la irracionalidad, pasividad, dependencia, ternura, emotividad y subjetividad. Se piensa que estas características son ‘femeninas’ y opuestas a las ‘masculinas’, a las vez que se les asigna menos valor, pues se las considera un obstáculo para la prosecución de una carrera científica, ya que las cualidades necesarias para hacer ciencia son las ‘masculinas’. Finalmente, no es de extrañar que, dado lo anterior, muchas mujeres opten por la vida privada en vez de seguir una carrera científica. Sin embargo, si se tratara de mera elección personal, ante igual estatus familiar debería haber igual progreso en sus carreras; quienes opten , en cambio, por la vida familiar deberían producir menos que los que no y, ante igual cantidad y calidad de trabajo investigador, publicaciones, etc., hombres y mujeres deberían alcanzar igual posición en la carrera científica. Sin embargo, los pocos estudios que hay al respecto, muestran lo contrario(22).

Las cuestiones de acceso y equidad son fundamentales para comprender la naturaleza no sólo del conocimiento que se produce, sino, además, del que se considera conocimiento autorizado o ‘certificado’. ¿Cómo afecta el género a nuestra idea sobre lo que consideramos conocimiento científico y tecnológico? ¿Es posible que determinados estereotipos como los mencionados antes, pares dicotómicos jerárquicos, etc. dirijan nuestra investigación o afecten a lo que consideramos ‘buena ciencia’? ¿Por qué un submarino se considera un gran logro tecnológico pero no así un biberón o un pañal desechable? En general, las críticas feministas a la ciencia no constituyen una unidad excepto en dos aspectos: consideran que la categoría de género es fundamental a la hora de hacer ciencia y analizarla, por un lado, y en el carácter político, no sólo epistemológico, de esas críticas. Por eso, la pregunta ‘¿de qué conocimiento estamos hablando?” se convierte en la pregunta fundamental.

Podemos distinguir entre las críticas a las diversas teorías tecno-científicas o aspectos de ellas, sus sesgos y valores, por un lado y las críticas a la ciencia en general, por otro. Por lo que se refiere a las primeras, las efectuadas a las ciencias biosociales han sido espectaculares, ya que desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de la organización 'genérica' de la sociedad. Las críticas se han encargado de sacar a la luz la utilización de argumentos falaces, la existencia de fallos en el diseño experimental y de supuestos basados en datos experimentales limitados que en múltiples ocasiones se han convertido en ‘leyes de carácter universal´, extrapolaciones insostenibles, manipulaciones tecnológicas y la obtención de resultados contradictorios con respecto ciertas hipótesis, etc. La sociobiología se ha convertido en un ejemplo paradigmático en muchos de esos aspectos, a los que se añade la acusación de circularidad de los argumentos utilizados: se parte del comportamiento social de determinadas especies para explicar precisamente dicho comportamiento, a la par que se utilizan el lenguaje y los marcos conceptuales humanos para interpretar el comportamiento animal que luego se utiliza para 'probar' que cierta conducta humana está biológicamente determinada porque los animales la tienen. Por último, la pertinencia de extrapolar de unas especies a otras, en concreto a la humana, dada la complejidad de nuestra especie, conformada durante siglos por factores socioculturales además de biológicos, ha sido otro de los muchos aspectos criticados(23).

No obstante, éstas no son las únicas críticas que las/los teóricas/os feministas han efectuado a distintas teorías. Ciertas tesis sobre el desarrollo, la conducta, o la cognición, desde la endocrinología o la neurología han sido o son también objeto de análisis critico. Por lo general, y además de deficiencias metodológicas del tipo de las indicadas en el caso de la sociobiología, se critica el paso de los supuestos hechos probados a tesis sobre el puesto de las mujeres en la sociedad que pretenden perpetuar el estatus de dominación y subordinación de las mujeres. Resumiendo, todas las críticas coinciden en señalar cómo histórica y actualmente se pretende inferir de supuestas observaciones de 'hechos ‘biológicos’ (craneales, cerebrales, hormonales, etc.) diferencias intelectuales y sociopolíticas. En general han subrayado que los argumentos biológicamente deterministas conducen a políticas conservadoras justificadoras del orden social existente y que, en casos extremos, puede llevar a intervenciones biológico-médicas, cuyo control escapa, en la mayoría de las ocasiones, a sus usuarios/as.

Esas y otras críticas a teorías concretas(24) han llevado a replantear la idea de que el conocimiento en general, y el científico en particular, se caracteriza por su objetividad, por su neutralidad, porque sus contenidos carecen de valores. Tradicionalmente se ha afirmado que el método científico se distingue precisamente por la búsqueda desinteresada de la verdad mediante la formulación de hipótesis que son contrastadas después mediante técnicas muy elaboradas (experimentación y repetición de experimentos controlados, uso de técnicas cuantitativas sofisticadas, crítica por parte de la comunidad científica); el hecho de que esas hipótesis sean sometidas a muy diferentes y numerosas pruebas hace que el producto final obtenido, el conocimiento científico, se considere libre de errores, que se introducirían en él si no se dejaran fuera de su ámbito factores tales como los sentimientos, los compromisos políticos o las preferencias estéticas. Cuando se afirma que la ciencia está libre de valores se afirma que los valores contextuales y los valores constitutivos o internos, son distintos e independientes entre sí, a la vez que se mantiene que los valores contextuales no desempeñan ningún papel en el funcionamiento interno de la investigación, esto es, en la observación, experimentación, y en los razonamientos que permiten justificar una hipótesis o una teoría. Pero, a no ser que se adopte el ‘punto de vista de Dios’, es difícil aceptar que lo que sucedió en el pasado, no se volverá a repetir en el futuro y que lo que hoy es ‘ciencia buena’, conocimiento autorizado o certificado no vaya nunca a dejar de serlo.

Así, las críticas a teorías concretas que tienen que ver con el género y las mujeres y a los procedimientos empleados para llegar a ellas han servido d base para cuestionar una ciencia neutra y libre de valores, así como la naturaleza misma del conocimiento y el poder que éste crea. Esas críticas, aun teniendo como eje común su compromiso feminista, no constituyen un todo homogéneo. Por un lado, las empiristas feministas o empiristas ingenuas mantienen que los sesgos sexistaso androcéntricos de las teorías científicas se deben a que constituyen lo que se denomina ‘mala ciencia’, pero que si se sigue el verdadero ‘método científico’ desaparecerán. Por su parte, las defensoras de la epistemología ‘psicodinámica’ defienden la diferencia entre una ciencia hecha por hombres y otra hecha por mujeres, dado el diferente aprendizaje que siguen unas y otras desde la niñez. Las feministas del punto de vista, de orígen marxista, mantienen el carácter socialmente situado del conocimiento: como las mujeres estás situadas en la periferia o márgenes y puesto que el mundo está dominado por los varones, aquéllas pueden ver lo que a ellos se les escapa desde su posición privilegiada; así, la objetividad emanada del punto de vista feminista sería más fuerte o global que la objetividad tradicional, parcial. El empirismo contextual, por su parte, define la noción de objetividad a partir de un sujeto múltiple - la comunidad, en este caso, científica - no del individuo (sea este el sujeto asexuado y no condicionado del cartesianismo o el privilegiado del feminismo del punto de vista. Finalmente, la epistemología feminista postmodernista mantienen que la ciencia es el resultado de una negociación, no una empresa cuyo obejetivo o fin es la búsqueda de la verdad. Clarto que ese relativismo al que se ve abocado está en franca y plena contradicción con el compromiso político de todo feminismo.

En efecto, todas diversas posturas feministas en epistemologías han sido objeto de diversas críticas (25) y desde diversas perspectivas.Por otro lado, sus análisis y propuestas tienen muchos puntos de coincidencia con diversas corrientes en filosofía y sociología de la ciencia y con diversos movimientos sociales (antinucleares, medioambientales, pacifistas...), aunque mantienen ciertas diferencias. De cualquier modo, un aspecto clave y un problema fundamental es si es posible disponer de una teoría de la investigación científica que ponga de manifiesto los aspectos ideológicos de la construcción del conocimiento ofreciendo a la vez criterios que permitan evaluar y decidir entre diversas teorías científicas y programas de investigación. Dichos criterios deberían tener en cuenta de un modo especial el papel del género y la ideología de género, de modo que pudiéramos discriminar teorías o prácticas sesgadas como ‘mala ciencia’. El género se convertiría, de este modo, en un criterio de evaluación como otros de los muchos propuestos(26) a la par que en un criterio de demarcación de una fecundidad insospechada. Seguramente ula ilusión pero que tendría el poder de poner a nuestra disposición una ciencia y tecnología de y para todos y todas.

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Notas
(1) Este trabajo ha sido posible, en parte, gracias a la financiación del MEC, a través del proyecto de investigación PB98-0495-C08-02. Aunque he tratado estas cuestiones en otros sitios, el contenido de éste debe mucho a las discusiones habidas con las participantes del curso “Las mujeres en el siglo XX: ciencia y cultura”, que dirigí en la Universidad Complutense de Madrid en 1999. Pero quiero dar las gracias especialmente a Paloma Alcalá, Victoria Camps, Marta González, Arantxa Martín Santos, Marina Subirats, Amelia Valcárcel y Teresa López de la Vieja. Ésta última me brindó la posibilidad de exponer estas ideas en otro foro, al invitarme a participar en este curso del que guardo un grato recuerdo.

(2)Es importante distinguir, en primer lugar, entre sexo y género, conceptos que se utilizan para diferenciar las características biológicas de los seres humanos de las que son social, cultural e históricamente aprendidos. Aunque hasta los años sesenta la mayor parte de los estudiosos utilizaron de forma indistinta los términos sexo y género, Robert Stoller y Anne Oakley introdujeron, de manera independiente, la siguiente distinción: sexo refiere a características biofisiológicas como cromosomas, genitales externos, gónadas, estados hormonales, etc.; género, en cambio, refiere a pautas de comportamiento, social y culturalmente específicas, ya sean reales o normativas. El problema estriba en que tradicionalmente se ha considerado que la mujer era biogenéticamente incapaz para ciertas funciones - como el estudio o la ciencia - al considerar que pautas o costumbres socioculturales eran genéticas.

(3) Hablo expresamente de conocimiento, porque el término científico es muy reciente, del siglo XIX. Hasta entonces, la mayoría de lo que hoy llamamos ‘ciencia’ caía bajo la denominación de filosofía natural.

(4) Toni Domenech, en un trabajo reciente, publicado en La balsa de la medusa, mantiene que Okham es el primer filósofo cristiano que se plantea y “discute con ambición de ecuanimidad la posibilidad de dar alguna voz a las mujeres en asuntos de pública relevancia” en un contexto en que discute y mantiene que la soberanía sobre la institución de la Iglesia no la tiene el Papa, ni la Curia, sino la asamblea de fieles. Eso supondría concederles algún tipo de ‘pensamiento racional’ y ciertos conocimientos o educación.

(5) Véase Phillips (1990), Pérez Sedeño (1992) y Schiebinger (1989).

(6) Op. Cit. 2:271.

(7)Jane Anger, Her protection for Woman, texto recogido en Ferguson, M. (Ed.) 1985, págs. 58-73

(8) Texto reproducido en Ferguson, M. (Ed.) 1985, págs. 74-80.

(9) Citada en Barbeito Carneiro, 1992, pág. 17.

(10) Ibídem, pág. 15.

(11) La literatura sobre los aspectos educativos en querelle des femmes es inmensa, pero, véase, por ejemplo, G. Reynier, La femme au XVIIe Siècle, Tallandier, 1929 y P. Darmon, Mythologie de la femme dans l’Ancienne France, Ed. Du Seuil, 1983 o P. Phillips, 1990.

(12) Por supuesto, estas no fueron las únicas. En otras partes me he ocupado de otras de este y otros períodos. Véase, por ejemplo, Pérez Sedeño (1998).

(13) Publicado en Londres, en 1696, fue reimpreso en Nueva York en 1970 por Source Book Press.

(14) Prueba de ello es el pequeño número de alumnas en las escuelas de ingeniería y, no digamos ya, ejerciendo como ingenieras. Aunque el número de aquellas ha aumentado ligeramente, las cifras son impresionantes: en España no superan el 20 %. Para un estudio comparativo, véase Pérez Sedeño (1995a) y (1995b).

(15)Véase, por ejemplo, Alic (1986), Ogilivie (1986), Noble (1992), Pérez Sedeño (1994), Veglahn (1991), Oreskes (1997).

(16) Chritine de Pisan ya se dio cuenta de ello. En La ciudad de las damas mantiene que las ‘artes’ desarrolladas por las mujeres, como la agricultura o el tejido habían contribuido mucho más al desarrollo de la humanidad que las de los hombres, fundamentalmente bélicas. Sobre la redefinición de la tecnología gracias al feminismo véase, por ejemplo, Wajcman (1991) y Pérez Sedeño (1998).

(17)Rossiter (1997).

(18) Véase Pérez Sedeño (1995a) y (1995b). Aunque los datos que ahí aparecen son de 1993, el porcentaje apenas ha variado e, incluso hay áreas de conocimiento en nuestro país donde no hay ninguna catedrática, ni ninguna emérita. Con respecto a los puestos de responsabilidad, basta saber que sólo hay una rectora en todo nuestro país.

(19) En el reciente seminario “El sexo de la Ciencia” celebrado en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad del País Vasco, San Sebastián, 1 y 2 de marzo de 2000.

(20) Estas son unas pocas, pero la lista sería interminable. Sobre María Winkelman véase, por ejemplo, Schiebinger (1989), Roldán (1993); sobre Franklin, Sayre (1977); sobre Schiemann y Meitner, véase Scheich (1997), aunque la bibliografía sobre ésta última es muy abundante. Sobre Noether, Dick (1981) y Weil (1935).

(21) Rossiter (1982), (1995) y (1997).

(22) Véase Sonnert y Holton (1995), Pérez Sedeño (1996) y (1997).

(23) La bibliografía al respecto es enorme: Por ejemplo, Bleier, 1979 y 1984, Caplan [1978), Fausto-Sterling (1985), S. Jay Gould (1981), Jordanova (1990), Hubbard (1990), (1992), Lewontin et al. (1984), Laqueur (1990), Longino (1990) cap. 6 y 7, Longino y Doell (1983), Pérez Sedeño (1997b), (1998b), (1999), Ruse (1980), Sayers (1982), Schiebinger (1989), (1993) o Tuana (1989), (1993).

(24) Para un panorama de esa críticas, véase, por ejemplo González García, M. y Pérez Sedeño, E. (2000)

(25) Véase, por ejemplo, González García y Pérez Sedeño (2000), Pérez Sedeño (1996) y (2000)

(26) Kuhn (1977), Longino(1996), (1999) y Pérez Sedeño (1999).

Tomado de http://www.oei.es/salactsi/sedeno2.htm


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